Se acercaba a pagar a la barra del bar  y mantenía el monedero bien pegado a su pecho. Sacaba las monedas  mirándolas fijamente hasta que llegaban a las manos del camarero. Sabía  que las echaría de menos así que se despedía de todas, una por una.  Luego agarraba la pinta de cerveza tostada y le daba la bienvenida  manchándose su bigote polaco con espuma.
 
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